“En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.”
Aquellos que ya vieron las películas probablemente no necesitan leer el siguiente párrafo, pero para los que decidieron ahorrarse ocho horas de estar sentados frente a la pantalla (yo no estoy incluida, yo ya estoy planeando un maratón con las versiones extendidas), he aquí un breve resumen:
Bilbo Baggins es un hobbit que vive cómodamente en su agujero de hobbit. Como cualquier hobbit, lleva una vida tranquila y sin muchos sobresaltos… hasta que por su casa pasa Gandalf el mago, quien está buscando alguien con quien compartir una aventura. Pronto, Bilbo se encuentra con un problema un poco más grande: hay trece enanos adentro de su cocina, vaciando su alacena, haciendo ruido y contándole del papel que debe desempeñar si decide ir con ellos: él es el ladrón encargado de robar el tesoro que perdieron muchos años atrás y que se encuentra en manos de Smaug, el dragón.

Yo sabía en lo que me estaba metiendo cuando comencé a leer este libro, pues ya leí El Silmarillion y he visto todas las películas que Peter Jackson ha sacado del universo Tolkien (varias veces). Lo que no sabía es lo mucho que iba a disfrutar mi lectura. Me gustó tanto que, apenas lo terminé, me dieron ganas de leerlo de nuevo. La historia es increíble, los personajes son divertidos y encantadores, y en varias ocasiones me sorprendí a mí misma sonriendo o incluso riendo mientras leía.
Este libro es para todos, no solo para niños. También es una buena forma de entrar el mundo fantástico de J.R.R.Tolkien, ya que es corto y más «ligero». Eso sí: si lo que quieren es muchísima acción, batallas y a Legolas danzando por los tejados, vayan a ver las películas. Este libro trata de un hobbit que se embarca en una aventura y en el camino aprende algo acerca del mundo y de sí mismo.
