Cortázar era escritor. Escritor de novelas, de cuentos, de traducciones y de cartas. Nunca quiso hacer una autobiografía, pero a lo largo de su vida escribió una cantidad enorme de cartas en las que plasmó su caminar por la historia de la literatura. Eso sí, siempre dejó muy claro que no estaban pensadas como piezas literarias. En alguna ocasión, allá por 1942 comentó:
“Odio las cartas literarias, cuidadosamente preparadas, copiadas y vueltas a copiar; yo me siento a la máquina y dejo correr el vasto río de los pensamientos y los afectos.”
Si a alguien le interesa, hay un libro con el conjunto de cartas que le escribió a los Jonquières: Cartas a los Jonquières. Supongo que a estas alturas del partido no les tengo qué decir de quienes son la edición y el prólogo, pero por si se quedan con la duda: Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga.
Bueno, les prometo que esa fue toda la publicidad por hoy. Ustedes lo que quieren (espero), es leer la ruta. Así que, citando al mismo Julio: ahora sí, ahora ya.
Pont du Carrousel
Tal vez esté triste, pero estoy aprendiendo a depositar esa melancolía en tanta cosa bella que me rodea. Quisiera poder mostrarte, por ejemplo, un atardecer en el Pont du Carrousel. – De una carta a María Rocchi de Jonquières, 1952.
A nosotros nos llovió. Amaneció nublado y por ahí del medio día se soltó el aguacero. No traíamos paraguas y, para colmo, cuando llegamos a los puentes ya moríamos de hambre. La siguiente escena fue: mis amigos se quedaban en la avenida principal bajo algún techo mientras yo corría a cada puente para tomar una foto, que por cierto tenía que ser rápida porque mi cámara no es resistente al agua.

No vi la belleza del atardecer en el Pont du Carrousel, pero me di la divertida del día corriendo de un lado a otro tratando de no mojar demasiado mi cámara. Por supuesto las fotos no quedaron como obras de arte, pero había que hacerlo rápido porque el hambre no espera a nadie.
Pont des Arts
Este segundo puente aparece en la primera línea del primer capítulo de Rayuela:
“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua.”
Dadas las circunstancias en las que yo estaba tratando de tomar la foto, creo que la línea con la que más identificada me sentí es: «¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts?»
Si buscan «Pont des Arts» en Google, se encontrarán con barandales atiborrados de «candados de amor». Candados grabados con las iniciales o los nombres de una pareja que se cuelgan en algún puente o reja para simbolizar amor eterno.

Yo encontré los barandales tapados y llenos de grafitti (supongo que los grafiteros no resisten una superficie plana). Ahora, no es que los franceses tengan algo en contra del amor eterno, pero tanto candado va a terminar por tirar los puentes, que no están diseñados para aguantar ese peso extra.
Pont Neuf
La ironía de este puente se encuentra en el nombre: Pont Neuf significa Puente Nuevo, y este es el más viejo de París. Comenzaron a construirlo en 1578, pero tuvieron que hacer una pausa por las Guerras de religión. Reanudaron la construcción el 1599 y terminaron en 1607.
Yo lo conocía por esta foto:

Claro que nos hubiese encantado sentarnos y mirar hacia el cielo con cara de intelectuales, pero la lluvia había mojado toda la banca y pensamos que caminar por París con los pantalones empapados en la parte posterior sería ligeramente incómodo. Lo bueno es que para cuando llegamos a este puente, yo ya había conseguido un paraguas.

Place Dauphine
En una entrevista en 1969, Julio comentó:
“Aparece mencionada en un viejo texto de Breton, del viejo surrealismo, en donde se habla de París como de una mujer, y la plaza sería el sexo de esa mujer. […] Porque París es absolutamente femenino, no en el sentido burdo de la metáfora, sino en el de la sutileza. […] Tiene algo de mágico, como si hubiese sido transformada por un hechicero. Y de esta mujer, la Place Dauphine es el sexo. Voilà.”

Los árboles apenas estaban comenzando a reverdecer, pero había algo de mágico en la plaza mojada y los cafés medio llenos.
La ruta Cortázar:
Parte 1: Su última residencia, Galerie Vivienne, Museo del Louvre
Parte 2: Pont du Carrousel, Pont des Arts, Pont Neuf, Place Dauphine
Parte 3: Café Old Navy, Librería la Hune, Les Deux Magots, Biblioteca del Arsenal
4 respuestas a “París: la ruta Cortázar, pt. 2”
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