Edimburgo literario: Detectives y piratas

¡He vuelto de mi viaje a Edimburgo!

Estas dos semanas fueron muy pesada. Estuve llena de trabajo, lecturas, tareas y excursiones, pero definitivamente valió la pena. No iba de vacaciones, así que no tuve tanto tiempo libre como me hubiera gustado, pero me di mis pausas para buscar algunas de las cosas que les comenté cuando primero les hablé de Edimburgo.

Antes de pasar a contarles del viaje, he aquí algunas de las cosas que aprendí estas dos semanas:

  1. Edimburgo se toma muy en serio su status de «Ciudad de la Literatura».
  2. El clima escocés es, en efecto, deprimente.
  3. El café es escandalosamente caro.
  4. Agosto no es el mejor mes para visitar la ciudad, pues es el mes de los festivales y uno no puede caminar sin chocar con un mar de gente.

Y como dijera el buen Julio, ahora sí, ahora ya.

Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson y compañía

George Square número 23 es la casa donde Sir Arthur Conan Doyle vivió entre 1876 y 1880. La buena noticia: la casa está justo frente a la universidad, la mala noticia: la plaza estaba llena de gente, coches y puestos de comida.

Los que han ido a Londres seguramente recuerdan las plaquitas azules que indican si alguien famoso vivió en el edificio en cuestión. Yo nunca he ido a Londres, así que no tengo plaquita alguna que recordar. Sin embargo, mi fiel compañero de vida, Google, me hizo el favor de conseguir una fotografía.

Bueno, Edimburgo no es así. Según el guía, se debe a que Escocia se niega a hacer las cosas como en Inglaterra, así que en lugar de una linda y vistosa placa azul brillante, uno tiene que acercarse a las puertas para leer esto:

Caminando hacia el otro lado de la ciudad, llegamos a la Escuela de medicina de la Universidad de Edimburgo, donde estudió Conan Doyle (sí, antes de escritor, fue médico). Ahí fue donde conoció al doctor Joseph Bell, un cirujano brillante que podía diagnosticar a sus pacientes con sólo verlos. Sobra decir de dónde sacó Conan Doyle la idea para crear a nuestro detective favorito.

Un poquito más adelante nos encontramos con el área de cirugía, donde ejercía Sir Joseph Lister, el padre de la cirugía antiséptica. El poeta, William Ernest Henley, pasó mucho tiempo en esas salas, pues sufría de tuberculosis. Ya le habían amputado la pierna izquierda y era momento de amputar la derecha. Su amigo, Robert Louis Stevenson, lo acompañó durante esa época y se basó en él para crear al famoso pirata Long John Silver, de La Isla del Tesoro.

La inspiración y las influencias no terminan aquí, pues W. E. Henley era también amigo de Sir James M. Barrie, autor de Peter Pan. Barrie inventó el nombre de «Wendy», gracias a que la hija de Henley no podía pronunciar bien la palabra «friend». La niña decía «wend» y de ahí se derivó a «Wendy».

Bellas épocas aquellas en las que todos eran amigos de todos… todos menos Mark Twain, quien también anduvo rondando un rato por las calles de Escocia, pero de él vamos a hablar otro día.

Y a la vuelta de la esquina se encuentra «La Hispaniola».

Este restaurante originalmente se llamaba Rutherford’s y era el bar favorito de Robert Louis Stevenson. Hoy por hoy, lleva el nombre del barco de su novela La Isla del Tesoro. Si se acercan a la ventana, verán también la silueta de Sherlock Holmes. Sir Arthur Conan Doyle frecuentaba el lugar gracias a su cercanía a la facultad de medicina.

Y hablando de Conan Doyle, caminando por la calle me encontré con un establecimiento de nombre sospechoso. No sé si me tomaría un café en un lugar que comparte su nombre con uno de los villanos más inteligentes de la literatura.

Sí, Edimburgo está lleno de lugares con alguna referencia literaria. Bares, cafés, librerías, restaurantes, el caso es que uno encuentra conexiones hasta en las macetas (literalmente, ya les enseñaré más adelante). Tengo que confesarles que estoy muy avergonzada, pues llegué a la tierra de Louis Stevenson sin haber leído La Isla del Tesoro (sólo he leído El Extraño caso del Doctor Jekyll y el señor Hyde) y me hablaron de él todos los días. En fin, ya lo añadí a la interminable lista de lectura.

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