Esta es la historia de cómo tomé una decisión que se encargó de echar abajo todo lo que venía planeando desde hace seis meses.
Las primeras dos semanas de julio fueron un tiempo lleno de estrés, mal humor constante y ansiedad innecesaria. Estaba frustrada, desmotivada y no entendía por qué. Faltaban dos semanas para acabar las clases, estaba lista para aplicar para una buena maestría en Berlín, el cual era un paso lógico en mi carrera, y probablemente sí iba a entrar. La frustración no tenía razón de ser, ¿cierto?
Sucede que a veces uno corre con mucha prisa a lugares a los que realmente no quiere ir.
Me di cuenta de que realmente no sabía para qué me iba a esa maestría y a esa ciudad, de todas formas no sabía qué iba a hacer con eso una vez que terminara, pero era demasiado tarde: ya le había dicho a todos mis planes y no me iba a echar para atrás.
Sucede que a veces uno tiene que detenerse, respirar profundo y recalcular la ruta, sin importar quiénes estén mirando.
Sucede que a veces uno necesita a su mamá para que le recuerde eso.
Entonces eso hice: me detuve, respiré profundo, examiné qué era realmente lo que quería y cambié la ruta. El nuevo destino: México.
“Un ser que cambia es un ser que vive.”
Virginia Woolf
El otro día estaba sentada en una de las mesas de afuera del café de la estación del tren, muy entretenida con el libro que estaba leyendo. Eran ya las últimas horas del sol, así que cuando la iluminación de la plaza cambió, me vi obligada a detener mi lectura y mirar a mi alrededor.

Con la excepción de una o dos personas que iban tarde, la gente caminaba sin prisa por el lugar, platicando con algún acompañante o tomando un helado, disfrutando de la tarde. En ese momento pensé que voy a extrañar esas pequeñas pausas cuando me vaya, pero luego pensé que sentarme en la estación a observar desconocidos no es algo que yo acostumbro a hacer, así que probablemente no lo extrañe tanto. Es interesante como, cuando estamos a punto de terminar un ciclo, damos por hecho que nos van a hacer falta cosas que realmente nunca hacemos.
Este año regreso a casa con un título universitario bajo el brazo y con poca idea de lo que voy a hacer después, pero con muchas ganas de hacerlo. El siguiente paso siempre debe ser el correcto, pero el correcto no necesariamente es el que parece lógico.
“Lo que tengo es todo lo opuesto a un plan, sea lo que sea.”
Jonathan Tropper, Ahí os quedáis
Alemania ha sido mi hogar desde hace cuatro años, aquí me he podido desenvolver libremente, he encontrado intereses nuevos, he descubierto aspectos de mi personalidad que no conocía y he cambiado como persona.
A veces pienso en el estado de espera en el que estoy, ese limbo que se encuentra entre planear algo y realizarlo, y me agarran las prisas. Desde que decidí regresar a México, vivo con una sensación parecida a aquello que está entre la emoción y la urgencia. No significa que no esté disfrutando mis últimos meses aquí, por el contrario, pero sí estoy emocionada por regresar, especialmente porque estoy a la expectativa de cómo me desenvuelvo en México, siendo que no soy la misma que se fue.
“Que todas las vidas que vivamos, que todas las vidas que haya, llenas estén de árboles y de hojas cambiantes.”
Virginia Woolf, Al faro
Ya veremos cómo se dan las cosas.