Un buen amigo vino de visita desde Alemania y fue durante un fin de semana en la playa con él y con una de mis mejores amigas que tuve la oportunidad de leer este libro.
El año del pensamiento mágico, de Joan Didion
El año del pensamiento mágico cuenta del año después de la muerte del marido de Joan Didion, el escritor John Gregory Dunne. Se trata de una colección de textos en la que Didion explora temas como el matrimonio, el conflicto, el amor y el duelo. La autora cuenta de la relación que tenía con su marido, que era extremadamente cercana, y del vacío que dejó cuando murió. Escribió este libro el año anterior a la muerte de su hija, Quintana Roo Dunne.
Este no es un libro para leerse por el puro gusto de leer, no se puede leer un capítulo al día antes de dormir. Este libro requiere tiempo y atención. Para mí, el mejor momento para leerlo fue durante esos tres días en la playa, cuando no hicimos más que descansar junto al mar.
El primer día me senté en la arena y leí los primeros capítulos.
Didion comienza su narrativa medio año después de la muerte de su marido, sin contexto, sin preámbulos, sólo cuatro líneas. Las primeras cuatro líneas que escribió después de la tragedia.
“La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante.Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba. El tema de la autocompasión.”
John Gregory Dunne murió en el peor momento posible. Él y Joan acababan de llegar a casa luego de haber visitado a su hija que yacía en coma en el hospital. Era el día antes de la víspera de año nuevo.
El segundo día desperté más temprano que mis amigos. Siempre despierto antes que mis amigos, exceptuando a esa amiga que disfruta de salir a correr en las mañanas a una hora alarmantemente temprana. Hice café, empaqué mis cosas, me cambié la ropa y me salí a la terraza a seguir leyendo. Es un libro bello y triste, y me hizo sentir triste. Me llevó a pensar en la vida, no sólo en la mía sino en general; provocó que me preocupara por Joan Didion y por su esposo, John, a pesar de nunca haber leído nada de ellos y me propuse comprar al menos un libro de John.
Mientras leía, comencé a sentir la carga de su tristeza y sus preocupaciones. No como si fueran mías, sino como si yo fuera una amiga, sentada en aquel hospital junto a Didion, viviendo las cosas con ella, aunque no igual que ella. Sabía que lo que estaba leyendo pasó hace más de diez años, pero no pude evitar pensar que me hubiera gustado sentarme con ella, tomar su mano y esperar que todo saliera bien. Sabía también en qué acabarían las cosas aún antes de comenzar el libro, pero de cualquier forma estaba esperando que todo saliera bien. Es lo que Didion estaba esperando mientras lo vivía, es lo que todos esperamos cuando pasamos por tiempos difíciles.
Más tarde, mis amigos me alcanzaron en la terraza, cada uno con una taza de café en sus manos. Durante un rato estuvimos los tres ahí sentados, observando el mar, los tres en silencio, los tres cómodos el uno con el otro.
“Esto es un intento por encontrar sentido al tiempo que siguió, a las semanas y meses que desbarataron cualquier idea previa que yo tuviera sobre la muerte, la enfermedad, la probabilidad y la suerte, la buena o la mala fortuna, sobre el matrimonio y los hijos y el recuerdo; sobre el dolor y los modos en que la gente se plantea o no el hecho de que la vida acaba; sobre la precariedad de la cordura y sobre la vida misma.”
Terminé el libro muy pronto. No por leerlo rápido, ni porque fuera particularmente corto. Lo que quiero decir es que no quería que terminara. Incluso después de haber acabado y de irme a hacer otras cosas, me sorprendí una y otra vez pensando en lo que había leído. Es un libro sumamente personal pero increíblemente universal. La disposición de Didion de compartir sus emociones y pensamientos, su franqueza al hablar del duelo, de las pérdidas y de la ola de sentimientos que se viene cuando uno ha perdido a alguien tan cercano, hicieron de esta, una lectura especial.
