Reseña: La vuelta al día en ochenta mundos

“Mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, puesto que entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia; si viviendo alcanzo a disimular una participación parcial en mi circunstancia, en cambio no puedo negarla en lo que escribo puesto que precisamente escribo por no estar o por estar a medias.”

La vuelta al día en ochenta mundos, de Julio Cortázar, es un conjunto de textos, donde no hay una sola historia ni trama, ni alguna cronología. Sólo hay texto.

«Un escritor, contrariamente a la opinión popular, no escribe libros. Un escritor escribe textos.», decía Ulises Carrión.

Este es un collage o un inventario, una enciclopedia personal, dicen otros. Si me preguntan a mí, La vuelta al día en ochenta mundos es Cortázar mismo.

En un conjunto de textos que parece no tener ningún orden en particular, Julio comparte sus opiniones, sus experiencias, sus pensamientos espontáneos y sus fotografías. Comparte poemas olvidados que hablan de su amor por Borges, relatos fantásticos y llenos de humor, y otras anécdotas breves de su vida.

Yo llevaba ya un rato sin leer a Cortázar, por lo que me costó un poco volver a entrar en sus mundos, pero fue en la página 48 que realmente reconectamos y comencé a disfrutar de mi lectura como en otras ocasiones. Hablaba del «grave problema argentino», el no saber cómo dirigirse a alguien en las cartas, pues la complejidad de las relaciones interpersonales requiere precisión en el papel.

Cortázar defiende a capa y espada el humor en la literatura y critica duramente a aquellos que tratan de ser demasiado serios y solemnes cuando escriben, «como si Cervantes hubiera sido solemne, carajo.»

Por eso digo que el libro es una reflexión de Julio mismo, (del Julio que lo escribe, no de los otros Julios a los que tanto celebra). Porque Julio era así, serio y a la vez no, un intelectual que se rehusaba a llamarse intelectual, un escritor que respetaba el lenguaje lo suficiente como para jugarlo, mezclarlo y alterarlo a su gusto. Brincaba de un tema al otro sin mucho problema y así como discutía del jazz y de política, compartía historias de su gato, Teodoro W. Adorno.

Recomendado para otros cronopios que disfrutan de leer a Julio y de sus aventuras con la pluma por otros mundos.

Mi edición: Paperback, publicada en el 2016, por Siglo XXI Editores.
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