Era enero y estaba un amigo de visita cuando fuimos al Estudio Casa de Diego Rivera y Frida Kahlo en San Ángel. Dos primas que viven por ahí cerca nos acompañaron. Originalmente habíamos planeado ir a la Casa Azul de Frida Kahlo, que está en Coyoacán, a unos minutos de San Ángel, pero tras una confusión y luego de descubrir que la fila para entrar era de más de tres horas, decidimos movernos al Estudio.
Dirección: Avenida Altavista, esquina Diego Rivera Colonia San Ángel Inn, 01060 Delegación Álvaro Obregón Ciudad de México
Horario: Martes a domingo, 10.00 – 17.30 h

Juan O’Gorman, el pintor y arquitecto mexicano, compró dos terrenos en San Ángel y decidió mostrárselos a su amigo, el pintor Diego Rivera, a quien también le ofreció hacerle un proyecto a cambio de que este le pagara solamente el valor de uno de los terrenos.
Diego Rivera aceptó y le encargó dos construcciones: una casa estudio para él y una para su esposa, Frida Kahlo.

Diseñada y construida en 1931, la casa estudio de Diego Rivera fue una de las primeras construcciones funcionalistas de Latinoamérica. Es decir, cada área fue diseñada con una función en mente: ser un espacio práctico donde pudieran vivir y trabajar tanto Diego como Frida.

La casa de Diego es la más grande y es roja y blanca por fuera. Contiene sus bosquejos y sus colecciones, sus muebles, su ropa, sus cuadros y los objetos que iba recogiendo por aquí y por allá, y que fue almacenando con el tiempo.




Del otro lado está una casa más pequeña y de color azul. Ahí, donde dormía y trabajaba Frida están aún su pequeña recámara, su colección de esculturas de madera, su ropa y sus cortinas. Fue ahí donde Frida pintó Lo que el agua me dio, El ojo avizor y El difunto Dimas.



La pareja regresó a México en 1934, luego de una estancia de tres años en Estados Unidos. A su regreso, Diego pintó el mural El hombre controlador del universo en el Palacio de Bellas Artes, una réplica de su obra El hombre en el cruce de caminos, que había pintado en el Centro Rockefeller pero que había sido destruido por considerarse «propaganda anti capitalista».
Frida vivió ahí de 1934 a 1941, luego volvió a su Casa Azul en Coyoacán. Diego, en cambio, se quedó hasta 1954.

Del otro lado, en el terreno de junto, está la casa estudio del arquitecto, Juan O’Gorman. Es un lugar espacioso y bien iluminado, con un ventanal grande para darle luz.

A diferencia de las otras dos, esta casa no tiene muebles ni pertenencias, solamente el bosquejo de un mural hecho por Juan mismo.



Confieso que no soy ni nunca he sido (y probablemente nunca seré) fan de Diego Rivera y Frida Kahlo. Son dos artistas a los que más bien evito pero que, habiendo crecido en México, me encuentro hasta en el estampado de zapatos y en la moneda nacional.
Vine al museo porque pensé que sería una buena experiencia, diferente a lo que normalmente hago y porque el hecho de que no me guste algo, no significa que deba ignorarlo. Especialmente cuando se trata de arte tan representativo.

Sin embargo, tras un tiempo de reflexión, he llegado a la conclusión de que siempre es interesante y, de alguna forma, necesario ir a este tipo de lugares, aun cuando no nos agradan los artistas o el contenido presentados porque más que un museo, esta fue la casa de alguien. Fue un espacio donde una mujer y un hombre compartieron vida y obra.
Sí, al final terminaron separados, pero este fue un lugar en el que buscaron combinar su hogar y su trabajo para ser felices, aunque fuera sólo por un tiempo. Al menos eso lo sabemos de Frida, gracias a una carta que escribió en noviembre de 1934, apenas unos meses después de haberse mudado al estudio:
“Creo que trabajando se me olvidarán las penas y podré ser un poco más feliz.”
Carta al doctor, 13 de noviembre de 1934