De qué hablamos cuando hablamos de amor es una colección de cuentos por el autor estadounidense, Raymond Carver (1938-1988).
Es un libro que habla de la vida y los humanos, con todas sus fallas y todos sus problemas. En menos de 200 páginas, Carver nos comparte un retrato de un Estados Unidos cruel y desmoralizador, lleno de violencia, adicciones y sueños rotos, desconocida para todos aquellos que solo la hemos conocido a través del lente de Hollywood.
Carver era alcohólico y violento, y sus historias reflejan el realismo de su situación, sus emociones y sensaciones. Carver entendía lo que el alcohol y las adicciones realmente le hacen a una persona y a quienes los rodean.
Tristemente, estas historias no están en este libro como Carver originalmente las escribió, sino que son el resultado de alteraciones hechas por su editor, Gordon Lish. Los cuentos originales no vieron la luz del día sino hasta años después de la muerte del autor, después de que su mujer hubiera luchado para que fueran publicadas. Hoy en día, esos cuentos están en un libro llamado Principiantes. Este libro no me encantó, pero me interesaría leer Principiantes para saber si fue la mano de Lish la que hizo la diferencia.
“Tengo miedo, miedo de muerte, lo siento. Temo que si el libro es publicado en su presente forma editada, nunca más volveré a escribir otra historia. Así de cercanas son, Dios no lo quiera, algunas de estas historias a mi salud y bienestar mental.”
fragmento de una carta de Carver a Lish, 8 de julio de 1980*
De cualquier forma, las once historias en De qué hablamos cuando hablamos de amor son cortas, directas y, a veces, penosas. Sepan, queridos lectores, que no tienen mucha trama ni personajes bien desarrollados, son más bien vistazos a la vida de gente común y corriente, piezas de su día, pensamientos y conversaciones.

A pesar de no haber disfrutado este libro tanto como me hubiera gustado, tiene una de las frases que más me gustan:
“Oía los latidos de mi corazón. Oía el corazón de los demás. Oía el ruido humano que hacíamos allí sentados, sin movernos, ninguno lo más mínimo, ni siquiera cuando la cocina quedó a oscuras.”
* La traducción del fragmento de la carta es mía. El texto original dice:
Now, I’m afraid, mortally afraid, I feel it, that if the book were to be published as it is in its present edited form, I may never write another story, that’s how closely, God Forbid, some of those stories are to my sense of regaining my health and mental well-being.