Hay un dicho japonés que va así:
“Un hombre sabio sube al Monte Fuji una vez. Solo un loco lo sube dos veces.”
Esta vez, descubrí por qué la gente dice eso.
La verdad no les creí a René y a Vassili la primera vez que me dijeron que íbamos a escalar el Monte Fuji. Vassili y yo estábamos planeando un viaje a Japón, donde René estaba viviendo desde hacía unos meses. Nos quedaríamos principalmente en Tokio, pero iríamos a otras partes y yo estaba realmente emocionada por el viaje, pero la parte del Fuji no me sonaba tan atractiva. A decir verdad, no estaba segura de que lo haríamos. Era perfectamente posible, René era parte de un club de senderismo y pasaba algunos fines de semana subiendo y bajando montañas y Vassili se ejercita regularmente, pero los deportes y yo no nos llevamos.
“Vamos a subir al Monte Fuji,” me decían cada que hablábamos del viaje y hacíamos planes. Así que salí a comprar pantalones deportivos, saqué mis zapatos para todo terreno, los cuales solo usaba para ir cómoda a la universidad, y comencé a caminar un poco más. Y eso fue todo. Según lo que había escuchado, subir al Monte Fuji era algo que la gente hacía en julio y agosto. Algunos YouTubers que no se ejercitan tanto lo habían hecho y habían filmado su aventura. Entonces yo, sin saber realmente en lo que me estaba metiendo, decidí no entrenar para subir a la montaña.

El Monte Fuji
A 3776.24 m de altura, el monte Fuji es el pico más alto de Japón. Se encuentra al suroeste de Tokio y, junto con el monte Tate y el monte Haku, es una de las tres montañas sagradas de Japón. Lo rodean los lagos de Kawaguchi, Motosu, Sai, Shōji y Yamanaka. En su base noroeste se encuentra el bosque Aokigahara, conocido como el lugar donde habitan los yūrei, espíritus de los muertos, y reconocido internacionalmente como el bosque de los suicidios. No nos acercamos a ese bosque, pero lo menciono por el contraste entre ese lugar asociado con la muerte y el nombre Fuji.
KAGUYA-HIME NO MONOGATARI
No está claro de dónde viene el nombre Fuji, pero según el Cuento del cortador de bambú (竹取物語 Taketori Monogatari), también conocido como el cuento de la princesa Kaguya (かぐや姫の物語 Kaguya-hime no Monogatari), el nombre significa “inmortal”.
La historia comienza con un viejo cortador de bambú, quien se encuentra con un árbol de bambú brillante. Al cortarlo, descubre a una pequeña niña del tamaño de su pulgar. Decide llevársela a su casa, donde él y su esposa la nombran Kaguya-hime (かぐや姫, «princesa de la luz brillante del bambú») y la crían como suya. Al crecer, Kaguya-hime se convierte en una hermosa mujer.

Su belleza atrae muchos pretendientes, entre ellos cinco príncipes, quienes piden su mano en matrimonio. Kaguya le da a cada uno una tarea imposible y promete casarse con aquel que la complete con éxito. Al fallar todos, ella se queda sin casarse. Rumores de su belleza llegan al emperador, quien va a conocerla y se enamora profundamente. Kaguya también lo rechaza, diciéndole que no es de su país y es por eso que no puede vivir con él, pero se quedan en contacto.
Tiempo después, la joven le confiesa a sus padres que viene de la luna y pronto deberá regresar con su gente. Al llegar el día de su partida, el emperador manda guardias a su casa para protegerla de la gente de la luna, pero un grupo de seres celestiales desciende del cielo, cegando temporalmente a los guardias y anunciando que es hora. Kaguya-hime escribe cartas de despedida para sus padres y para su amigo el emperador, a quien le regala un elixir de la vida, concediéndole el don de la inmortalidad 不死 (fushi), y se va.
El emperador, habiendo leído la carta, se rehúsa a tomar el elixir, pues no quiere vivir una vida inmortal sin Kaguya-hime. Entonces pregunta qué montaña es la más cercana al cielo y ordena que el elixir sea destruido ahí.
Subiendo al Monte Fuji

Habiendo escuchado la historia, comprado la ropa y traído los zapatos, y habiendo ido un día antes al supermercado a comprar provisiones (bolas de arroz, sándwiches, barritas energéticas, agua y bebidas gelatinosas de vitamina), nos subimos a un camión y nos fuimos al monte Fuji para escalarlo.
En realidad tomamos dos camiones. El primero nos llevó de Tokio a Kawaguchiko, un pueblo al pie de la montaña. Ahí, en la estación Fujiyama, tomamos un segundo camión, el cual nos llevó al lugar donde comenzamos la ruta.

He aquí las buenas nuevas, escaladores sin experiencia y sin preparación: normalmente no empiezas al pie de la montaña.

La montaña está marcada por distintas estaciones donde puedes hacer pausas, comprar algo de tomar o de comer (ojo, es más caro que en el supermercado y entre más alta la estación, más caro se vuelve todo).
Los turistas y senderistas normalmente empiezan en la quinta estación, la cual se encuentra a unos 2300 m de altura, entonces no, no tienes que escalar 3600 m.
Al bajarnos del camión, nos cambiamos de ropa y comimos en una de las cafeterías del lugar en lo que esperábamos a que cayera la noche.
Decidimos escalar de noche, como mucha gente hace, para llegar a la cima justo antes del amanecer y poder ver la goraikō, (御来光), la “llegada de la luz”.

René ama el senderismo. Lo ha hecho en varias ocasiones, a veces quedándose a dormir en la montaña, por lo que él tiene todo el equipo, la ropa, los zapatos, la mochila, todo. Yo, por otro lado, pensé en traer una linterna, pero no tenía ninguna. Vassili, también sin linterna, sacaba su teléfono de cuando en cuando, solo por unos momentos, en caso de que necesitáramos luz al buscar algo en las mochilas. De ahí en fuera, dependíamos totalmente de la linterna frontal de René. Más tarde descubrimos que una linterna de mano solo nos hubiera funcionado al principio, ya que cerca de la cima necesitas de tus dos manos para subir por las rocas.
Entonces aquí un consejo para ti, escalador sin entrenar: lleva una linterna frontal.

El principio no es tan empinado, para ser sincera, pero no habían pasado ni treinta minutos cuando mis piernas comenzaron a quejarse como si nunca antes hubieran salido. Estaba cansada, sedienta y un poco avergonzada. Ha pasado ya mucho tiempo desde mis fuertes años de ballet, ¿pero treinta minutos? Necesitaba una pausa.
Así que hicimos una pausa. Tomamos agua, disfrutamos el fresco de la noche y seguimos caminando. Siempre voy a estar agradecida por una cosa: fuimos a mi paso. No hubo presión, ridículos, ni siquiera comentarios pequeños e “inocentes”. Caminamos a mi paso e hicimos pausas cuando cualquiera de los tres las necesitaba.
Un segundo consejo para el escalador sin entrenar: ve con gente que te ama y que no te va a presionar para que vayas más rápido de lo que puedes.
“Aspira ser como el monte Fuji, con una fundación tan amplia y sólida que ni el terremoto más fuerte sea capaz de moverte, y tan alta que las más grandes iniciativas de los hombres comunes se vean insignificantes desde tu elevada perspectiva. Con tu mente tan alta como el monte Fuji podrás ver todas las cosas claramente.”
Miyamoto Musashi
Pues yo no vi nada claramente.
Estaba completamente oscuro y no había luz excepto en las estaciones y cuando había más gente en un lugar. En algún momento del camino nos sentamos en la orilla y vimos las luces de la ciudad, pero las nubes bajaron y oscurecieron la vista. Nos quedamos sentados así otro rato, a oscuras, hablando y pensando que estaba enfriando.
La mejor época para subir es entre julio y agosto, cuando el clima está calientito y no hay nieve en la cima. No habíamos tenido un solo día a menos de 25ºC, pero arriba en la montaña hacía frío. Entre más subes, más frío hace.
Así que ese es el tercer consejo: trae un gorro y una sudadera extra.
Como subimos de noche, no tengo fotos del maravilloso paisaje, pero aquí estamos unas horas más tarde, habiendo llegado a la octava estación a 3250 m.

Cada estación tiene una pequeña tienda, un par de baños, luces y algunas bancas para sentarse. Alrededor de las tres de la mañana llegamos a la estación 8.5, a 3450 m, y no encontramos nada. No había cabañas, ni bancas, ni baños, ni luces. Solo era un espacio donde la gente estaba sentada y acostada, descansando un poco antes de recorrer los últimos 80 minutos del camino.
Fue en ese momento que decidimos hacer una pausa más larga. Saqué mi cobija y los tres nos acostamos en la roca volcánica, helada, y tratamos de dormir. Ellos durmieron unos 20 minutos, yo, nada. Estaba agotada, pero no puedo dormir cuando tengo frío, así que solo me quedé ahí, acostada, mirando al cielo, siempre al pendiente de mi reloj y pensando en lo que estaba haciendo.
Nunca en la vida había hecho algo parecido. El camino estaba lleno de turistas que venían de otras partes de Japón y de otros países. Habíamos empezado con unas cuantas personas, pero conforme íbamos subiendo, íbamos encontrando más y más gente. A partir de la séptima estación tuvimos que hacer una fila. En varias ocasiones había sentido ganas de llorar porque me dolían las piernas, pero eso se acabó cuando llegamos a la octava estación, la cual estaba empinada y llena de enormes rocas. Eso fue lo más divertido.

Llegamos a la cima justo cuando el sol empezaba a salir. Al voltear, vi la capa blanca que cubría todo a nuestro alrededor, vi una tormenta en la distancia, vi las nubes moverse, vi el cielo cambiar de color, de negro a azul oscuro, a un amarillo brillante y luego a azul claro.
“¡Qué glorioso saludo le da el sol a las montañas!”
John Muir

Cada persona que sube al Fuji pasa por un torii para llegar a la cima. Los toriis son los arcos tradicionales japoneses, los cuales representan o marcan la entrada a los lugares sagrados.
Seis horas después de haber empezado nuestro camino, pasamos por el torii y llegamos a la cima. Estábamos cansados y teníamos mucho frío, pero estábamos felices. Nunca había vivido algo así y estaba contenta de estar ahí y poder compartir esa experiencia con gente que amo.

Y entonces Vassili sacó su teléfono y se dio cuenta de que tenía señal completa 4G.
Así que le llamó a su mamá y le enseñó la vista. Luego le llamamos a la mamá de René y le enseñamos a ella la vista, y le llamamos a mis papás y le enseñamos a ellos la vista. Y entonces, ahí, en la cima del monte Fuji, conté un chiste estúpido y me reí tanto que lloré. René tuvo que tomar la llamada mientras Vassili tomaba más fotos. Dijimos adiós y nos sentamos ahí un buen rato, yo aun riendo.
Compramos algo caliente de tomar y nos encaminamos de regreso. Fue, por mucho, la peor parte de todo el viaje. Mis rodillas me dolieron muchísimo y la grava se metió a mis zapatos y manchó mis calcetines. Hacía frío y teníamos hambre, pero llegamos en unas cuatro horas. Entonces tomamos el camión de regreso a la estación de Kawaguchiko y volvimos a Tokio.
De mi propia experiencia, puedo decirles esto:
Es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida y, según el dicho japonés, soy más sabia por haberla hecho. ¿Seré una loca y lo haré de nuevo en el futuro? De momento, no lo creo, pero uno nunca sabe.
Y a ustedes, escaladores sin experiencia, sin entrenamiento y sin sospechas, les digo esto:
Si una oportunidad así se les presenta, investiguen, lean de las experiencias de otros (como la de esta amable persona), compren unos buenos zapatos y ropa adecuada, consigan una linterna frontal, pídanle a buenos amigos que los acompañen y, por favor, por el bien de ustedes mismos, entrenen para subir la montaña.