Y es así como se acabó otro año. Como dijera La Oreja de Van Gogh, qué lentas se pasan las horas, qué rápido pasan los años.
Cada año, los meses de noviembre y diciembre son meses de reflexión. Es el tiempo en el que reviso los planes, metas e intenciones que hice en enero y evalúo lo que funcionó, lo que no funcionó, y tomo decisiones sobre cómo seguir adelante. Es también en estas fechas en las que escojo mi palabra para el año, pero antes de hablar de eso, hablemos de los planes para el 2022.
El año pasado cumplí con varias de las metas que tenía, principalmente porque no había de otra. En cuanto a cuestiones académicas, finalmente terminé la tesis y me gradué. Al final resultó ser un trabajo que disfruté investigar y escribir, pero tomé la decisión de esperarme un tiempo antes de hacer un doctorado. Esto significa que decidí no buscar programas. Otro año será.
En cuestiones personales, sí cambié mi alimentación y comencé a moverme más, a caminar más, pero no fue tanto por mi fuerza de voluntad, sino porque fui al doctor y el diagnóstico requería un cambio de hábitos y un plan de alimentación más o menos riguroso. Así que estoy comiendo lo que me corresponde, caminando mucho y sintiéndome mucho mejor.
Leí 24 libros en total (pueden ver el resumen en Goodreads). Ya no estoy terminando libros que no me gustan o que me aburren, por lo que puedo decir que sí disfruté todas las lecturas de este año. Sin embargo, cinco fueron mis favoritas: El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero, Thick: And Other Essays, de Tressie McMillan Cottom, Blackshirts and Reds, de Michael Parenti, Children of the Land, de Marcelo Hernández Castillo y Feminism is for Everybody, de bell hooks.
El 2022 fue un año complejo, con sus momentos buenos, sus momentos felices, sus momentos complicados y sus momentos sumamente tristes. Fue un año de aprendizaje.
Aprendí que una amistad puede ser simple, clara y bonita, sin importar la distancia, tanto temporal como espacial. En el 2022 me reencontré con personas con las que no había hablado en años y la amistad que hoy tenemos es precisamente así: simple y clara, es bonita.
También aprendí que hay personas que, aunque parecieran cercanas, son personas que no tienen interés alguno en establecer lazos, en cuidar la relación. Es válido dejarlas ir.
Conocí nuevas dimensiones con la gente que ya amo. Dimensiones de cercanía, de amor, de cuidado y de vivir. Con esa gente que tanto amo, pasé momentos de celebración por logros y bendiciones, y estuve en momentos de tristeza profunda y mucho dolor. Reímos juntos, lloramos juntos y seguimos caminando, re-conociendo quiénes somos ahora, sabiendo que nunca vamos a volver a ser las mismas personas, pero teniendo la certeza del amor que nos une.
En fin, el 2022 fue un año vivido.
Y, entre todo lo vivido, en el ruido de la gente, en los eventos extraordinarios y en el caos de la cotidianidad, aprendí por qué es tan importante hacer comunidad. Procurar nuestras relaciones, cuidar a nuestra gente, extender nuestros lazos y cuidarnos entre todxs.
Eso es lo que me llevo al 2023, el entendimiento de que hacer comunidad con aquellas personas a las que amas es una necesidad, especialmente en esta sociedad cada vez más alienada. Me llevo las ganas de seguir siendo constante en mis relaciones, en mi vida creativa y laboral, me llevo la motivación para seguir aprendiendo y, sobre todo, me llevo la voluntad de continuar construyendo sobre una base de amor.
Feliz año nuevo.